¿Motivación o desmotivación?
Por Laura Vázquez
Martes, 23 de Abril del 2013
Antes de desarrollar la reflexión, contextualizo la situación para que vosotros podáis reflexionar conmigo y construir vuestra propia conclusión.
Nos encontramos en una clase de Desarrollo Curricular de Artes Plásticas y Visuales. Dos compañeras realizan una interesante exposición sobre la motivación, un punto muy importante en la educación de cualquier niño. Un niño motivado será un niño que se interese por su aprendizaje, que muestre interés por el mundo que le rodea, que se pregunte y que reflexione. Pero, ¿cómo se consigue la motivación? Es un trabajo muy difícil. No existe una fórmula mágica que al ponerla en marcha consiga que todos los niños estén motivados.

Así que nuestras compañeras nos mostraron varias opciones o estrategias que podríamos utilizar para motivar al mayor número posible de niños. Una de esas estrategias era la siguiente: realizar concursos, de esta forma los niños se motivan para ser los ganadores. Si se realizan varios concursos, para que los niños que suelen perder no se desmotiven, nuestras compañeras propusieron que se eligiera en cada concurso a uno distinto. Esto conlleva que si en el primer concurso gana un niño, en el siguiente concurso, por muy bien que lo haga, ese niño no volverá a ganar.

Y aquí es donde llega la pregunta: ¿Crea motivación o produce el efecto contrario?
Nuestras compañeras defendieron la idea argumentando que si hay un niño que pinta bien, siempre va a pintar bien y que por tanto siempre van a ganar, eso sería injusto para los otros niños. ¿Lo sería?
Os voy a plantear mis reflexiones con tres ejemplos:
El primer ejemplo es mi propia experiencia. Como, en más de una ocasión, he dicho, estudié bachiller de artes y, como es lógico, los concursos eran nuestro día a día. Si no había concurso como tal, la realización de una lámina se convertía en un puro concurso entre nosotros. De todos los que éramos, no es que yo fuese la mejor de todos, de hecho era casi todo lo contrario, había dos compañeros en clase que siempre realizaban unos dibujos fantásticos, dignos de admirar.


Pero no por eso yo deje de dibujar ni me desmotivaba, todo lo contrario; cada semana que empezábamos un dibujo empezaba con más ilusión por hacerlo lo mejor posible.
El segundo ejemplo es un programa de la tele, que creo que todos conocéis, Tu cara me suena. No quiero hacer publicidad, ni nada por el estilo, pero es un claro ejemplo de concurso. En concreto, en esta última edición (2º edición) Roko y el resto de concursantes representaban claramente el caso que en un inicio hemos explicado. Roko destacaba con diferencia y, aunque era felicitada y admirada por el jurado, público y compañeros, no ganó en todas las galas. Ya que, las expectativas del jurado iban subiendo en cada gala y si ella no subía a la misma vez, sus compañeros la superaban.
Y el tercer ejemplo, creo que el más importante, es la vida misma. Para explicarme mejor, vamos a poner el caso de un actor. Cuando es pequeño es el mejor actuando en casa y toda su familia lo alaba. Al llegar al colegio el número de personas es mayor que en su familia y por tanto debe crecer como actor para destacar en el colegio. Cuando ese momento llega, el reconocimiento en la escuela o instituto le subirán el ánimo y la esperanza de ser el mejor. Entonces llega a la escuela superior de arte o a los castings donde se reúnen todas aquellas personas como aquel niño, que comparten el mismo sueño y la misma historia, y que ahora quieren destacar y brillar por encima de todos, pero son muchas las que quieren brillar. Pongo este ejemplo porque creo que es la profesión donde esta competitividad se ve más clara, pero esto ocurre con todas las profesiones en mayor o menor medida. Cuando somos pequeños crecemos y desarrollamos una capacidad que nos diferencia del resto, cuando decidimos hacer de esta habilidad nuestra vida descubrimos que hay muchas personas que también la poseen. ¿Y ahora qué hacemos?
Con todo esto, ¿qué quiero decir?
Quiero decir que vamos a educar, o al menos vamos a intentar educar, a niños que vivan en una realidad, una realidad que es la vida. En ella se encontrarán a muchas personas que sueñan lo mismo y que luchan para conseguirlo. Cuando crezcan se darán cuenta que en aquella capacidad en la que eran los mejores, ahora son uno más o, incluso, se darán cuenta de que están por debajo de muchas personas. ¿Por eso se deben rendir? No. Descubrir eso es bueno, es muy bueno. Significa que tienen una oportunidad para descubrir si verdaderamente es su sueño y, si es así, tienen una gran oportunidad para crecer y crecer hasta conseguir superar todos los obstáculos. Si les damos todo hecho y los subimos a una nube que no es real, tarde o temprano caerán y la caída será peor, porque serán débiles para levantarse y seguir. Es duro pero es la realidad. Para mentir y decir que algo está bien siempre hay tiempo.
No penséis que soy dura, ni que cuando sea maestra hundiré a todos mis alumnos. Las cosas se pueden decir de muchas maneras y, al igual que digo que no es bueno decir solo lo bueno de la cosas, tampoco es bueno decir solo lo malo. Existe el equilibrio.
¿Cuál sería la solución ideal? Para mí, un concurso es un buen método de motivar a todos los alumnos y sobre todo si se mezcla con un debate. Quizás lo ideal sería crear el concurso y al terminar decir el ganador y debatir con los niños los dibujos, qué está bien y qué está mal, de manera que, cada niño sepa lo que debe mejorar para la siguiente ocasión y así les damos oportunidades a todos de seguir creciendo. Quizás el que ganó en el primer concurso se confió y otro compañero le puede superar, nadie es perfecto y como mi profesor decía: “En el arte, la perfección no existe.”
Laura María Vázquez Quirós
Maestra de Educación Primaria
